Pedro Miguel Silveira,
Sociólogo,
Magíster Sociología UAH,
Estudiante del Doctorado en Sociología UAH
Diplomado en Matriz Biológico Cultural, Instrituto Matriztico.
Legado debemos entenderlo como legar. El sustantivo es una cosificación y recorte de un accionar. El verbo permite evocar la acción. En este caso, legar es transmitir ideas, artes, etc.[1]. Uno transmite pero los otres generan sus explicaciones a partir de sus propias operaciones de entendimiento.
Pasemos de la pregunta usual, ¿cuál es el legado del Dr. Maturana a la sociología?, a la de ¿qué le legamos los sociólogos al Dr. Maturana?: La respuesta a la primera pregunta supone delegar en él la responsabilidad de hacer sociología. La respuesta a la segunda en cambio es responsabilizarnos de lo que nosotros entendemos que él propone, de la misma manera que proponemos mecanismos generativos para explicar los fenómenos sociales.
En principio la autopoiesis nos viene a la mente asociada a Luhmann. El profesor Marcelo Arnold-Cathalifaud, exponente de la teoría de los sistemas, propuso el concepto “sociopoiéticos”:
“Con mi propuesta trataba de indicar que la sociedad, en tanto fenómeno social, no es reducible a componentes biológicos o psíquicos. De tal modo, retomaba una tradición sociológica y antropológica más que centenaria. Obviamente, en esta suerte de ‘reconversión’ de la teoría de la autopoiesis quedó prácticamente intacta la arquitectura desarrollada por Maturana, la cual solamente se aisló de sus referencias biológicas”. [2]
Esta decisión sustrae, recorta lo que es constitutivo de la propuesta de Humberto Maturana: el entrelazamiento entre biología y lo social. Lo biológico no sólo como sustento o entorno de la sociedad.
Por lo que, todo el explicar sociológico, pensado desde una sociología biológico-cultural, debería proponer mecanismos explicativos de la sociedad a partir del operar de los seres humanos en tanto seres biológicos (autopoiéticos) que vivimos en redes de conversación:
“…redes de coordinaciones recursivas de sentires, haceres y emociones consensuales guiadas por nuestros sentires íntimos y emociones, esto es, vivimos en redes de conversaciones; y todo lo que los seres humanos hacemos, en tanto seres humanos, lo hacemos en redes abiertas o cerradas de conversaciones.” (Dávila y Maturana 2015 b:96)
Los seres humanos con-vivimos, realizamos y generamos en esas redes nuestro existir biológico social.
“…todo lo que hacemos en nuestro vivir humano, sea esto manipulativo o reflexivo, lo hacemos en redes de conversaciones que en sí son disjuntas pero se entrecruzan en su realización en nuestra corporalidad: cuando operamos como artistas, como ingenieros, como científicos, o en cualquier aspecto de nuestro vivir-convivir, lo hacemos en redes de conversaciones.(Dávila y Maturana 2015 b:96)
Lo que nos ofrece un marco para entender lo social como localmente situado a la vez que como redes abiertas extendidas, o, como redes cerradas en tanto sistemas. Lo micro, lo macro. El eslabón, la cadena. La unidad simple, la unidad compleja.
Más aún, desde la mirada de la biología-cultural podemos desplegar una “ontología constitutiva” donde todos los entes tienen presencia en nuestra observación como determinados en su estructura.
Ley sistémica #9 : Determinismo estructural
Cada vez que un observador distingue una unidad compuesta tal que todo lo que ocurre con ella en cada instante ocurre en la realización de las coherencias operacionales y relacionales de sus componentes en el dominio de su composición, cualquiera sea el ámbito operacional en que surgen los componentes al ser distinguidos, decimos que el observador ha distinguido una unidad compuesta determinada en su estructura. (Dávila y Maturana 2008:150)
Lo anterior implica que con cada ente (seres vivos y no vivos) con los que cursamos una deriva nos acoplamos en conjunto según nuestra hechura, nuestras relaciones internas y las relaciones que guían el convivir acoplado con esos entes. El “mundo” surge como una totalidad sistémica de acoplamientos estructurales.
La cual podemos explicar desde la ontología constitutiva en tanto una “epistemología unitaria”[3] desde el observador sintiente y reflexivo que opera en redes de conversación con posibilidades reflexivas.
En esas redes se forman sub-redes y dominios cognitivos.
Los dominios cognoscitivos son “… ámbitos de acciones (distinciones, operaciones, conductas, pensamientos o reflexiones) adecuadas que los observadores aceptan, y cada una de esas acciones se constituye y define operacionalmente en el ámbito experiencial del observador, según el criterio que éste utiliza para aceptar como adecuadas las acciones (distinciones, operaciones, conductas, pensamientos o reflexiones) que considera propias de éste …” (Watzlawick 1985:160)
Como socióloges debemos establecer los criterios de validez para proponer nuestros mecanismos generativos que hagan surgir, en nuestros dominios cognoscitivos, el fenómeno que deseamos explicar.
El criterio de validez “… es lo que implícita o explícitamente esperamos que se satisfaga para admitir algo como válido, cuya operación la desplegamos para que emerja aquello que aceptaremos como válido.” (Maturana 2008: 66)
Las propuestas de Humberto Maturana nos entregan las bases para proponer un mecanismo explicativo que contemple tanto entes humanos como no humanos. Lo que podría generar una conversación con los sociólogos que operan con la teoría Actor-Network Theory.
Desde la mirada de la Biología-Cultural, el último marco de entendimiento integrativo que el Dr. constituyó a la par con Ximena Davila, podemos entender nuestra cultura de control, dominación, explotación. Proponen que las formas operativas en la praxis cotidiana de la producción y reproducción de la sociedad se basan en las relacionales de bien-estar mutuo en base a la emoción del amar.
Todo sistema social humano se funda en el amor, en cualquiera de sus formas, que une a sus miembros y el amor es la apertura de un espacio de existencia para el otro como ser humano junto a uno. Si no hay amor no hay socialización genuina y los seres humanos se separan. Una sociedad en la que se acaba el amor entre sus
miembros se desintegra. Sólo la coerción de uno y otro tipo, es decir, el riesgo de perder la vida, puede obligar a un ser humano, que no es un parásito, a la hipocresía de conducirse como miembro de un sistema social sin amor. Ser social involucra siempre ir con otro, y se va libremente sólo con el que se ama. La conducta social está fundada en la cooperación, no en la competencia. La competencia es constitutivamente antisocial, porque como fenómeno consiste en la negación del otro. No existe la “sana competencia”, porque la negación del otro implica la negación de sí mismo al pretender que se valida lo que se niega. La competencia es
contraria a la seriedad en la acción, pues el que compite no vive en lo que hace, se enajena en la negación del otro. (Maturana 1985)
Sin espacios de amar, plantean, no sería posible la evolución del homo sapien ni el operar de los social. El Doc, como se dejaba llamar por sus cercanos, reconocía la potencia de la afirmación de Ximena Davia: Todo dolor y sufrimiento es de origen cultural en tanto que surge de no ser visto y no tener presencia frente al otre.[4] Es decir, relaciones de desamar, bien con un otre o una institución. Humberto Maturana dice:
- “Toda discriminación se funda en una teoría que justifica el negar al otro”[5]
- “El origen de la crisis está en las teorías económicas que justifican la discriminación” [6]
Ese punto podría abrirse espacios de conversación con aquellos socióloges que trabajan con las categorías de reconocimiento a la manera de Axel Honneth o resonancia a la manera Hartmut Rosa.
Como también conversar con las teorías de la explotación a la manera que las entiende Erik Olin Wright.
El doctor era claro en señalar que las relaciones de trabajo son relaciones de control, dominación y explotación por lo que no son relaciones en el amar. El cual es la emoción fundante de lo social, mas no presente en todos los espacios sociales. Tales prácticas tienen su fuerza en ser antagónicas a las relaciones de explotación, entendidas como las entiende Wright ( 2015:98): principio de bienestar de la interdependencia inversa, donde el bienestar material de los explotadores depende de la disminución del bienestar de los explotados; principio de exclusión, que implica la exclusión de los explotados del acceso a determinados recursos, y; principio de apropiación, los explotadores están en situación de apropiarse del producto de la relación del trabajo.
Se podrían abrir, también, conversaciones con aquellos socióloges que trabajan con los paradigmas del care y del buen vivir.
Maristella Svampa nos señala una encrucijada civilizatoria en nuestra trayectoria hacia un mundo post coronavirus. Por un lado, una distopía en base al paradigma de la seguridad y vigilancia digital. Por el otro “…la construcción de una globalización más democrática, ligada al paradigma del cuidado, por la vía de la implementación y el reconocimiento de la solidaridad y la interdependencia como lazos sociales e internacionales; de políticas públicas orientadas a un «nuevo pacto ecosocial y económico», que aborde conjuntamente la justicia social y ambiental.” [7]
El punto de partida del paradigma del care es que el cuidado es una relación social extendida y omnipresente en la vida social. Los seres humanos vivimos en relaciones mutuas de cuidado: “… una actividad de la especie que incluye todo lo que hacemos para mantener, continuar y reparar nuestro «mundo», para que podamos vivir en él lo mejor posible. Ese mundo incluye a nuestros cuerpos, a nosotros mismos y a nuestro medio ambiente, buscando entre todos entretejer en una red compleja que sostenga la vida … amplía el cuidado más allá de la intimidad del hogar para incorporar muchas, tal vez la mayoría, de las actividades en las que los seres humanos y otras criaturas y cosas se involucran …” (Tronto 2018:24).
Podemos pensar tal descripción del cuidado en clave de la Biología-Cultural:
(a) El cuidado, al que se refiere la autora, podemos entenderlo como la deriva entrelazada entre los humanos y no humanos en la que el vivir de unos es la condición del vivir de otros. El cuidado como la deriva que respeta los acoplamientos necesarios entre los seres para seguir existiendo como tales. Como el operar de la evolución biológico-cultural de la especie humana junto a su nicho ecológico. Una evolución que es una deriva de seres en base a una re-generación mutua. Es la mirada en la que la aceptación estructural mutua y coordinación es la mejor explicación de nuestra existencia como seres vivos juntos al resto de los seres. Donde la aceptación estructural hace referencia el entrelazamiento de las coherencias operacionales de los seres vivos y no vivos en una deriva de acoplamientos estructurales, en el sentido del determinismo estructural de Humberto Maturana.
En esta dimensión del cuidado como existir juntos evolutivamente, en la mirada de un observador, surge como si nos acopláramos, ajustáramos o acogiéramos todos los seres vivos. Esto se hace aún más evidente en la filogenia y ontogenia de las especie de seres vivos en la que nos re-producimos como si todo estuviese preparado para ser acogidos generación a generación.
(b) La otra dimensión del cuidado (care) es la cultural/social, sin duda entrelazada y posibilitada con la biológica. En lo social, el care (cuidado) se distingue como las conductas relacionales de coordinación, cooperación, acogida, colaboración y aceptación del otre como legítimo otro. Sin duda comportamientos sostenidos en prácticas con sentido. Y como tales posibilitadoras/posibilitadas de/por la constitución de sociedad.
Surge la pregunta, ¿cómo las personas nos damos cuenta de que vivimos como vivimos?, ¿cómo generamos sentido?
Observando nuestro operar en la red de conversaciones – operar que ocurre con las coherencias del lenguajear – todos los procesos relacionales requieren operaciones reflexivas. Las operaciones reflexivas surgen cuando, como personas, observamos nuestro propio operar que ocurre en el lenguaje/lenguajear:
El lenguajear es nuestro modo de vivir y convivir humano en las coordinaciones recursivas de sentires, haceres y emociones que constituyen los mundos que aparecen con nuestro habitar nuestro vivir. … Nuestra dificultad al hablar del fenómeno de la consciencia está en que la pensamos como si ocurriese en un ámbito abstracto y no vemos que ocurre en la concretitud de nuestro convivir relacional en un operar de encuentros en los que orientamos nuestra atención hacia nosotros mismos. Al hacer esto en un encuentro con otro mirando donde estamos en una mirada hacia nosotros mismos, tenemos la experiencia del darnos cuenta de que podemos preguntarnos si queremos estar donde estamos, y ese darnos cuenta es el operar consciente que ocurre en nuestra dinámica relacional y no en el operar de nuestro sistema nervioso …El resultado fundamental de todo lo anterior es que en el fluir de los procesos relacionales recursivos del lenguajear, el darse cuenta como el acto de consciencia en la reflexión, la elección reflexiva, lo mental … ocurren en la dinámica relacional de nuestro operar como organismos y no en nuestro sistema nervioso.[8]
Así el legar del Doctor Humberto Maturana es una invitación a la conversación que permanecerá abierta por muchas décadas.
[2] https://www.uchile.cl/noticias/175623/humberto-maturana-un-paradigma-que-continua-trascendiendo-fronteras
[3] Concepto aportado por Ximena Davila y aceptado por Humberto Maturana. http://comunidad.matriztica.org/?p=331
[4] https://www.facebook.com/238759470036116/posts/255166481728748/
[5] https://www.elmostrador.cl/cultura/2018/06/11/humberto-maturana-toda-discriminacion-se-funda-en-una-teoria-que-justifica-el-negar-al-otro/
[6] https://radio.uchile.cl/2019/12/15/humberto-maturana-el-origen-de-la-crisis-esta-en-las-teorias-economicas-que-justifican-la-discriminacion/
[7] https://www.nuso.org/articulo/reflexiones-para-un-mundo-post-coronavirus/?fbclid=IwAR0vISyljweY7iO8syuA87uX2pu2t5B_vARmBVBSiESyeqKVkHlS_VjT3GQ
[8] https://medium.com/@Matriztica_76766/el-lenguaje-y-el-lenguajear-d40ca92b70e5